Cierto día un entrenador de ajedrez decidió proponer algo distinto a un problema de ajedrez a sus alumnos y les emplazó a resolver el siguiente acertijo:
Cogió a tres de ellos y les enseñó cinco piezas de ajedrez, tres blancas y dos negras. Luego les puso en fila, uno detrás de otro, vendándoles los ojos para que no pudieran ver mientras les colocaba una pieza a cada uno en la cabeza, guardando las piezas que le sobraban en su bolsillo y retirando las vendas a continuación. Después, de uno en uno, les preguntó si eran capaces de adivinar sin volver la cabeza, el color de la pieza de ajedrez que tenían sobre la cabeza.