Está claro que parte del dinero que depositamos en el banco estará en el propio banco, pero lo que también es cierto, es que la mayor parte de ese dinero no se queda en el banco, sino que la entidad financiera lo utiliza para negociar y generar más dinero. Antiguamente esta circunstancia era difícilmente aceptada y, de vez en cuando, entre los clientes se generaban momentos de miedo a perder su dinero.
Actualmente, lo que uno espera de un banco es que, si hemos depositado una cierta cantidad de dinero, la podamos solicitar en cualquier instante y que nos la entreguen en dicho momento. Los clientes de un banco necesitan tener la confianza de que su dinero está seguro.
Lo que ocurre en la práctica, es que los clientes de un banco sólo se retiran pequeñas cantidades de dinero, y no todos los clientes lo hacen simultáneamente, por lo tanto, los bancos dejan una parte del dinero en sus oficinas, de manera que puedan atender a los clientes que quieren sacar dinero, pero la mayor parte de esos fondos se los lleva y los utiliza para negociar con ellos (negocia con nuestro propio dinero): realiza inversiones, compra y vende en bolsa, da créditos y préstamos a otros clientes, emite letras bancarias y cheques, procesa pagos a través de la banca online u otros medios como terminales de pago electrónico (TPE), cambia moneda, vende y distribuye seguros, productos financieros y fondos de inversión, etcétera.
En conclusión, la mayoría del dinero no está físicamente en los bancos, sino que se encuentra viajando de unas manos a otras, y en muchas ocasiones pasando por un buen número de intermediarios. Pero, ¿qué ocurriría si todos los clientes de un banco fueran a la vez a solicitar todo su dinero? Pues ocurriría que el banco no podría atender todas las solicitudes, no podría hacer frente a los pagos y entraría en quiebra o bancarrota.
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